Sin más llegamos a la siguiente conclusión:
El amor es una vivencia personal y única. Y cada uno deberá hacer su experiencia. Frente a esta tarea es razonable que experimentemos una -al menos leve- sensación de incertidumbre.
El amor es una vivencia personal y única. Y cada uno deberá hacer su experiencia. Frente a esta tarea es razonable que experimentemos una -al menos leve- sensación de incertidumbre.
Aparecen las primeras señales y sospechamos que Cupido puede no ser ese niñito alado de aspecto tierno y disperso que parece, sino un enano disfrazado.
Un flechazo por aquí…otro por allá.
Deseada, imprevisible y fugaz. Enamorarse es una de las sensaciones que los seres humanos más anhelamos. Transforma nuestro corazón y nuestra mente.
Cupido acecha con ansiedad.
Existe una palabra curiosa, los mas incrédulos pueden consultar en el diccionario, que describe el estado que en algunos casos, antecede a la acción de enamorarse: Enamoricarse.
Sorteamos el recelo, como se dice vulgarmente “bajamos la guardia” y nos enamoramos. Puede que el otro también…puede que no.
Después de librar una batalla feroz logramos derrotar a nuestro enemigo más salvaje: el miedo.
Festejamos.
Festejamos.
¡Pero el miedo es hábil! Y se disfraza de sospecha.
¿Y si me deja de querer?
¿Y si yo dejo de quererla?
¿Y si me deja de querer?
¿Y si yo dejo de quererla?
Esta sería la oportunidad -si superáramos el miedo a equivocarnos- de cerrar con una reflexión inteligente, atinada y preferentemente optimista.
Es decir: concluir con el triunfo del Amor sobre el Temor.
Pero no, no va a poder ser...
Es decir: concluir con el triunfo del Amor sobre el Temor.
Pero no, no va a poder ser...
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