PERSONALIDAD, DIVINO TESORO.

Es en determinados momentos de la historia, que, determinadas expresiones se transforman en el claro manifiesto de una necesidad que revela algo de los tiempos que corren.

Es precisamente en estos tiempos que corren que la expresión
“TIENE PERSONALIDAD”, ha ganado terreno notablemente; entró en nuestras vidas no solo para atesorarla con recelo y -muy eventualmente- utilizarla a favor de alguien, sino además para tentarnos a iniciar la dura -y a veces agotadora- carrera por lograr nosotros mismos ser dignos de ella.

La pregunta es ¿Qué es TENER PERSONALIDAD?

En rigor académico personalidad es la diferencia individual que constituye a cada persona y la distingue de la otra; lo cual aclara bastante las cosas, pero convengamos que en ese caso la distinción “tiene personalidad” no sería un elogio.

TENER PERSONALIDAD en los términos en que esto constituye un bien particular que muta a cumplido sería: tener algo que “claramente” te distingue del resto. En cuanto a que debería ser ese “algo”, podría ser… una forma de vestirse (sobretodo -claro está- a la hora de mostrarse en público); podría ser también una manera de expresarse al hablar (matizada por un tipo de gestualidad corporal muy determinada) o un modo de escribir (bastaría con repasar los grandes autores). Podríamos también elegir a alguien que, en determinadas situaciones, reacciona de manera inesperada y distintiva ¡Ah! y por supuesto: preferentemente aceptable.

Si me siguen, creo que podremos desenmarañar un poco más el asunto, y llegar a otro punto.

¿Quién o qué determina cuándo una de estas cualidades o condiciones son dignas de coronar a alguien con la codiciada frase?

Aquí las cosas se vuelven menos precisas.
La mirada de los otros suele ser un asunto de cuidado.
Entonces, si nuestro ámbito es el de la comunicación TENER PERSONALIDAD implicaría cumplir con algunos requisitos que seguramente se distingan de los que se juzgarían si pertenecemos al hermético mundo de la intelectualidad, o al receloso mundillo de los empresarios exitosos. La lista de entornos adjetivados y la variopinta mirada del afuera puede ser infinita.
Queda claro, en cada ámbito los se juegan diferentes variables.
Pero hay una constante: en todos los casos el jurado será duro con nosotros; el designio por el cual terminaremos perteneciendo a los que tienen personalidad, lo obtendremos más por una actitud sostenida que por un eventual golpe de suerte (aunque un atuendo extraño una noche de estreno puede hacer milagros).
A esta altura podemos acordar que ayudaría manipular algunos tips, pero que la fórmula 100% efectiva no existe.

En lo personal creo que a la hora de lanzarnos a la carrera por el título, conviene apelar a lo verdadero de nosotros mismos, o al menos a algo que remita a nuestra identidad. Después de eso, a hacer de tripas corazón y aceptar que existe la posibilidad de -aún así- no acceder a la distinción nombrada, jamás.

Finalmente, una vez superadas las pruebas, cada uno deberá decidir cuan valioso le resultó alzarse con el cetro y la corona. Y, si una vez alcanzado el reinado, estaremos dispuestos a no flaquear y seguir defendiendo la ó las diferencias por la que hemos accedido a él. Ardua tarea.

Por lo pronto, acepto las reglas de este juego, me entrego a la incógnita que se abre al lector ¿Imaginan que quién redacta esta nota, tiene ó no personalidad?

SI- NO (Tache lo que no corresponda).

Guille H. (feb.2008)

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